La circuncisión de Jesús
Ocho
días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el
nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel antes de suconcepción. (Lucas 2:21)
La circuncisión
El
primer deber religioso de un padre judío, pasados los ocho días del
nacimiento de su hijo, era llevarlo a circuncidar y colocarle un nombre.
Este rito de la circuncisión fue el signo de la Alianza establecido
entre Dios y su pueblo: cuenta el Génesis que cuando Abrám tenía noventa y nueve años, se le apareció Yahvé y le dijo: «Yo establezco mi alianza entre
nosotros dos, y te multiplicaré sobremanera (...) Te daré a ti y a tu
posteridad la tierra en que andas como peregrino, todo el país de
Canaán, en posesión perpetua, y yo seré el Dios de los tuyos.» Dijo Dios
a Abrahám:
«Guarda, pues, mi alianza, tú y tu posteridad, de generación en
generación. Esta es mi alianza que habéis de guardar entre yo y vosotros
-también tu posteridad-: todos vuestros varones serán circuncidados.
Os circuncidaréis la carne del prepucio, y eso será la señal de la
alianza entre yo y vosotros. A los ocho días será circuncidado entre
vosotros todo varón, de generación en generación (…) El incircunciso,
el varón a quien no se le circuncide la carne de su prepucio, ese tal
será borrado de entre los suyos por haber violado mi alianza (…)»
Gn.17, 1-14. Este fue el mandato de la ley, por el cual José en
ejercicio de su derecho y deber, acudió a la sinagoga, dándole el mismo
día al niño por nombre Jesús, nombre que había sido dado por el ángel
antes de ser concebido en el seno cf. Lc
2, 21, para proclamar su misión salvadora: « (…) y le pondrás por
nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» Mt 1, 21.
Ahora, contemplemos la circuncisión de Jesús. Leamos el texto evangélico Lc 2, 21, y luego cerrando los ojos…, acompañemos a José en ese trayecto de 9 Km que de Belén hay a Jerusalén, miremos con que presteza y alegría, acatando la ley, lleva a su hijo para sellar la alianza con su Dios y Señor, pero démonos cuenta también, de la posible aprehensión que ese procedimiento le suscitaba, procedimiento que en el pueblo hebreo de entonces, no era el que hoy que se realiza en un quirófano bajo anestesia y con todos los cuidados, sino el de un acto cruento y doloroso, que era llevado a cabo por el padre en su hogar en los tiempos bíblicos, pero que finalmente había sido trasladado a la sinagoga, donde ahora él se dirigía para dejar el pequeño en manos del mohel, el funcionario que se encargaba de su ejecución. Fijemos la vista en las personas… escuchemos lo que dicen… , las oraciones… ; miremos lo que hacen… , el ritual,… ; escuchemos el llanto del niño que llega al fondo del alma de sus padres… ; contemplemos el derramamiento de sangre, la primera efusión redentora, inicio del camino a la cruz… ; y consideremos la evocación que seguramente tuvieron los allí presentes, de la lucha y entrega que habría de tener la humanidad en el camino de la Esperanza... ; observemos la curación y la imposición del nombre y finalmente el regreso gozoso a Belén del nuevo Hijo del pueblo de Israel. El rito que acabamos de contemplar ha sido el signo pre figurativo de "la circuncisión en Cristo", el Bautismo cf. Col 2, 11-13.
“El principio según el cual todos los ritos del Antiguo Testamento son una sombra de la realidad (cf. Heb 9, 9 s.; 10, 1), explica el por qué Jesús los acepta. Como para los otros ritos, también el de la circuncisión halla en Jesús el «cumplimiento». La Alianza de Dios con Abraham, de la cual la circuncisión era signo (cf. Jn 17, 13), alcanza en Jesús su pleno efecto y su perfecta realización, siendo Jesús el «sí» de todas las antiguas promesas (cf. 2 Cor 1, 20)”. Exhortación Apostólica, RedemptorisCustos, Juan Pablo II.
Ahora, contemplemos la circuncisión de Jesús. Leamos el texto evangélico Lc 2, 21, y luego cerrando los ojos…, acompañemos a José en ese trayecto de 9 Km que de Belén hay a Jerusalén, miremos con que presteza y alegría, acatando la ley, lleva a su hijo para sellar la alianza con su Dios y Señor, pero démonos cuenta también, de la posible aprehensión que ese procedimiento le suscitaba, procedimiento que en el pueblo hebreo de entonces, no era el que hoy que se realiza en un quirófano bajo anestesia y con todos los cuidados, sino el de un acto cruento y doloroso, que era llevado a cabo por el padre en su hogar en los tiempos bíblicos, pero que finalmente había sido trasladado a la sinagoga, donde ahora él se dirigía para dejar el pequeño en manos del mohel, el funcionario que se encargaba de su ejecución. Fijemos la vista en las personas… escuchemos lo que dicen… , las oraciones… ; miremos lo que hacen… , el ritual,… ; escuchemos el llanto del niño que llega al fondo del alma de sus padres… ; contemplemos el derramamiento de sangre, la primera efusión redentora, inicio del camino a la cruz… ; y consideremos la evocación que seguramente tuvieron los allí presentes, de la lucha y entrega que habría de tener la humanidad en el camino de la Esperanza... ; observemos la curación y la imposición del nombre y finalmente el regreso gozoso a Belén del nuevo Hijo del pueblo de Israel. El rito que acabamos de contemplar ha sido el signo pre figurativo de "la circuncisión en Cristo", el Bautismo cf. Col 2, 11-13.
“El principio según el cual todos los ritos del Antiguo Testamento son una sombra de la realidad (cf. Heb 9, 9 s.; 10, 1), explica el por qué Jesús los acepta. Como para los otros ritos, también el de la circuncisión halla en Jesús el «cumplimiento». La Alianza de Dios con Abraham, de la cual la circuncisión era signo (cf. Jn 17, 13), alcanza en Jesús su pleno efecto y su perfecta realización, siendo Jesús el «sí» de todas las antiguas promesas (cf. 2 Cor 1, 20)”. Exhortación Apostólica, RedemptorisCustos, Juan Pablo II.
Fuente: http://www.congregacionmariana.org.co/index.php?option=com_content&view=article&id=304&Itemid=42
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