Patrona del Ecuador
Siglo XVI
Fiesta Noviembre 21
Nuestra Señora del Quinche
La imagen de Nuestra Señora
de la Presentación del Quinche es una hermosa escultura en madera,
tallada en el siglo XVI por Don Diego de Robles, extraordinario artista
al que se deben otras imágenes de María de gran popularidad y
veneración. La historia nos dice que los que habían encargado la
confección de la imagen, no quisieron o no pudieron pagar por ella al
escultor y entonces, el artista se la dió a los indios oyacachis
a cambio de unos tablones de fino cedro que éste necesitaba para sus
trabajos; más tarde el sabor popular enriquecerá los hechos con la
leyenda de que la Virgen se les había aparecido antes a los indios del
lugar en una cueva prometiendo librarlos de los peligrosos osos que
devoraban a los niños. Los caciques quedaron admirados cuando vieron
llegar a Diego Robles con la imagen de la Virgen a cuestas y
reconocieron en ella los mismos rasgos de la Señora que se les había
aparecido y les había hablado en la cueva. Quince años permaneció la
imagen al cuidado de los indios hasta que en 1604, el obispo del lugar
ordenó su traslado al poblado del Quinche, de donde finalmente tomó su
nombre. La imagen, que es una fina talla en madera de cedro de unos 62
cm. de alto, está revestida por un amplio y lujoso ropaje de brocado
cubierto de gemas, y bordado con hilos de oro y plata que sólo dejan ver
su rostro moreno y apacible. La Virgen lleva un cetro en la mano
derecha y con la izquierda sostiene el Niño en actitud de bendecir,
mientras sostiene una esfera de oro coronada por una cruz. A los pies de
la imagen, la peana y la gran media luna, ambas de plata pura, y las
pesadas coronas imperiales de oro y piedras preciosas, manifiestan la
generosidad del pueblo ecuatoriano que gusta ver a su patrona
resplandeciente, vestida siempre con las mejores galas.El
rostro de Jesús evoca las facciones de los niños mestizos de aquellas
sierras. Mestizo es el color de la Madre, síntesis del alma del inca y
del español.
Su fina nariz está enmarcada
por un delicado rostro ovalado de labios delgados y boca pequeña; sus
ojos achinados y su mirada triste con los párpados entrecerrados o
caídos le confieren una dulzura única. Por eso esta advocación es tan
popular en Ecuador, especialmente entre los indios que llaman con afecto
"La Pequerlita" a su protectora del cielo.Es
de admirar la variedad de cantos que se entonan en honor de la Virgen
del Quinche, con textos en quechua, en jíbaro y en otros diversos
dialectos de la región y también en castellano; muchos de ellos se
cantan desde hace cuatro siglos. La imagen fue coronada en 1943 y su
fiesta se cerebra el 21 de noviembre. El templo actual fue declarado Santuario Nacional en 1985.
El pintoresco pueblecito del
Quinche se asienta en el noroeste de la ciudad de Quito en las faldas
de la cordillera occidental, en un suave declive que se eleva desde el
río Guayllabamba hasta los primeros contrafuertes de dicha cordillera.
Erigido en 1596 el santuario de Guápulo, los indígenas de Lumbicí, lugar perteneciente al pueblo de Cumbayá, pidieron una copia, lo más exacta posible, de la bellísima y afamada imagen de Nuestra Señora de Guápulo. Entonces, don Diego de Robles, quien esculpió esta preciosa imagen, trabajó con el cedro y otros maderos que le sobraron de la primera.
Los indios de Lumbicí, no pudieron pagar a Robles el precio convenido, por eso el escultor se llevó la imagen y la dio al pueblo de Oyacachi a cambio de unos tablones de fino cedro que éste necesitaba para sus trabajos. Desde entonces, este pueblito situado en la falda superior de la cordillera oriental sobre el río Guayllabamba, se empezó a volver muy popular.
Erigido en 1596 el santuario de Guápulo, los indígenas de Lumbicí, lugar perteneciente al pueblo de Cumbayá, pidieron una copia, lo más exacta posible, de la bellísima y afamada imagen de Nuestra Señora de Guápulo. Entonces, don Diego de Robles, quien esculpió esta preciosa imagen, trabajó con el cedro y otros maderos que le sobraron de la primera.
Los indios de Lumbicí, no pudieron pagar a Robles el precio convenido, por eso el escultor se llevó la imagen y la dio al pueblo de Oyacachi a cambio de unos tablones de fino cedro que éste necesitaba para sus trabajos. Desde entonces, este pueblito situado en la falda superior de la cordillera oriental sobre el río Guayllabamba, se empezó a volver muy popular.
Los indígenas, vistieron la
imagen según la costumbre española y la acomodaron en la hendidura de
una peña. Apenas la efigie ocupó el lugar, bandadas de cantoras
avecillas revoloteaban constantemente entorno a ella alegrando todo el
lugar con sus trinos. Y cuando al descender la noche se retiraban los
pajarillos, un resplandor hermoso circundaba la imagen de María.
Pronto la Virgen de Oyacachi llegó a ser famosa en toda la comarca. Numerosas romerías de los pueblos vecinos comenzaron a frecuentar este sitio, antes desconocido.
Por este motivo, los indios se vieron en la necesidad de construir una capilla o una pequeña iglesia para colocar en ella la imagen de la Virgen. Entonces comenzaron otros prodigios que comprobaban el deseo de la Virgen que se erigiese un santuario.
Pronto la Virgen de Oyacachi llegó a ser famosa en toda la comarca. Numerosas romerías de los pueblos vecinos comenzaron a frecuentar este sitio, antes desconocido.
Por este motivo, los indios se vieron en la necesidad de construir una capilla o una pequeña iglesia para colocar en ella la imagen de la Virgen. Entonces comenzaron otros prodigios que comprobaban el deseo de la Virgen que se erigiese un santuario.
Don Diego Robles regresó un día a Oyacachi.
Los indios se regocijaron y le pidieron que se quedara unos días entre
ellos, para construir en madera un altarcito para la Santísima Virgen.
Robles se negó y emprendió el viaje de regreso a Quito.
En un momento, al pasar por
el puente de un caudaloso río, el caballo dio un salto y lo lanzó fuera
de la silla. Robles iba a caer en lo más hondo de las aguas. De pronto,
uno de sus pies se enredó entre los maderos del puente. Al verse a punto
de perecer, clamó a la Virgen de Oyacachi.
En ese instante atravesaban el puente dos caminantes que, movidos por
piedad y compasión, se acercaron al desventurado Robles y le sacaron del
peligro.
Cuando el artista quiso
darles las gracias, ellos ya habían desaparecido. El escultor comprendió
que fue una gracia del cielo. Por eso decidió volver a Oyacachi y allí construyó el altarcito de la Virgen.
En 1604, el Obispo del lugar ordenó el traslado de la imagen de Oyacachi al pueblo del Quinche, más cimentado en la vida cristiana, y fue puesta en la iglesia parroquial, convertida en su nuevo santuario.
Sin embargo, pronto tuvieron que pensar en la construcción de un templo más grande. En 1630 la sagrada imagen fue trasladada a su nuevo santuario. Con el tiempo la construcción sufrió varias modificaciones. Después del terremoto de 1869 el templo fue reconstruido.
La última construcción del templo se remonta al año de 1905 y su consagración al año 1928. La imagen fue coronada canónicamente en 1943 y su fiesta se celebra el 21 de noviembre.
En 1604, el Obispo del lugar ordenó el traslado de la imagen de Oyacachi al pueblo del Quinche, más cimentado en la vida cristiana, y fue puesta en la iglesia parroquial, convertida en su nuevo santuario.
Sin embargo, pronto tuvieron que pensar en la construcción de un templo más grande. En 1630 la sagrada imagen fue trasladada a su nuevo santuario. Con el tiempo la construcción sufrió varias modificaciones. Después del terremoto de 1869 el templo fue reconstruido.
La última construcción del templo se remonta al año de 1905 y su consagración al año 1928. La imagen fue coronada canónicamente en 1943 y su fiesta se celebra el 21 de noviembre.
La imagen, que es una fina
talla en madera de cedro de unos 62 cm. de alto, está revestida por un
amplio y lujoso ropaje de brocado cubierto de gemas, y bordado con hilos
de oro y plata que sólo dejan ver su rostro moreno y apacible. La
Virgen lleva un cetro en la mano derecha y con la izquierda sostiene el
Niño en actitud de bendecir, mientras sostiene una esfera de oro
coronada por una cruz.
A los pies de la imagen, la peana y la gran media luna, ambas de plata pura, y las pesadas coronas imperiales de oro y piedras preciosas manifiestan la generosidad del pueblo ecuatoriano que gusta ver a su patrona resplandeciente, vestida siempre con las mejores galas.
A los pies de la imagen, la peana y la gran media luna, ambas de plata pura, y las pesadas coronas imperiales de oro y piedras preciosas manifiestan la generosidad del pueblo ecuatoriano que gusta ver a su patrona resplandeciente, vestida siempre con las mejores galas.
El rostro de Jesús evoca las
facciones de los niños mestizos de aquellas sierras. Mestizo es el
color de la Madre, síntesis del alma del inca y del español. Su fina
nariz está enmarcada por un delicado rostro ovalado de labios delgados y
boca pequeña; sus ojos achinados y su mirada triste con los párpados
entrecerrados o caídos le confieren una dulzura única. Por eso esta
advocación es tan popular en Ecuador, especialmente entre los indios que
llaman con afecto "La Pequeñita" a su protectora del cielo.
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