Fundador de los Hermanos Maristas
Año 1817
MARCELINO CHAMPAGNAT nace el 20 de mayo de 1789 en Marlhes,
un pueblo de las montañas del Centro-Este de Francia, en el momento en
que estalla la Revolución Francesa. Es el noveno hijo de una familia
profundamente cristiana. Su educación es eminentemente familiar. Su
madre y una tía suya exclaustrada, despiertan en él una fe sólida y una
profunda devoción a María. Su padre, agricultor y comerciante, poseía
una instrucción superior a la normal por aquellos pueblos, está abierto a
las nuevas ideas y desempeña un papel político importante en su
ayuntamiento y en toda la región. Sabe también inculcar en Marcelino la
aptitud para los trabajos manuales, el gusto por la acción, el sentido
de la responsabilidad y la apertura a las ideas innovadoras.
Cuando Marcelino tiene 14
años, un sacerdote de paso por su casa, le hace descubrir que Dios le
llama al sacerdocio. Marcelino, cuya escolaridad había sido muy
deficiente, se pone a estudiar con todo ardor "porque Dios lo quiere",
mientras sus parientes cercanos, conocedores de sus limitaciones, tratan
de disuadirle. Los años difíciles de su estancia en el seminario menor
de Verriéres (18051813) son para él una etapa de extraordinario crecimiento humano y espiritual.
En el seminario mayor de Lyon tiene por compañeros, entre otros, a Juan María Vianney, futuro Cura de Ars, y a Juan Claudio Colin, que más tarde será el fundador de los Padres Maristas.
En el seminario mayor de Lyon tiene por compañeros, entre otros, a Juan María Vianney, futuro Cura de Ars, y a Juan Claudio Colin, que más tarde será el fundador de los Padres Maristas.
Forma con otros seminaristas
un grupo cuyo proyecto es fundar una congregación que comprendiera
sacerdotes, religiosas y una orden tercera, que llevaría el nombre de
María, la "Sociedad de María", cuya finalidad sería recristianizar
la sociedad civil. Conmovido por la miseria cultural y espiritual de
los niños de los pueblos, Marcelino siente la urgencia de crear dentro
del grupo una congregación de Hermanos que dedicaran a la educación
cristiana de la juventud. Decía con frecuencia: "No puedo ver a un niño
sin sentir el deseo de decirle cuanto le ama Jesucristo".
Al día siguiente de su
ordenación sacerdotal (22 de julio de 1816) este grupo de sacerdotes
jóvenes van a consagrarse a María y a poner su proyecto bajo su maternal
protección en el santuario de Ntra. Sra. de Fourviére.
Luego Marcelino es nombrado
coadjutor de una parroquia rural, La Valla. La visita a los enfermos, la
catequesis de los niños, la atención a los pobres y el fomento de la
vida cristiana en las familias son las actividades esenciales de su
ministerio. Su predicación, sencilla y directa, su profunda devoción a
María y su ardiente celo apostólico marcan profundamente a sus
feligreses. Queda dolorosamente conmovido al encontrar a un joven de 17
años que está a punto de morir y que no conoce nada de Dios. Este hecho
le mueve a poner en práctica su idea de fundar un grupo de maestros
dedicados a la instrucción cristiana de los niños del campo.
Y el 2 de enero de 1817,
sólo seis meses después de llegar a la parroquia de La Valla, el joven
coadjutor Marcelino, de 27 años de edad, reúne a sus dos primeros
discípulos: Acaba de nacer, en medio de la mayor pobreza, humildad y
confianza en Dios, la congregación de los Hermanitos de María o Hermanos
Maristas, bajo la protección de la Santísima Virgen. Al mismo tiempo
que atiende a sus deberes de coadjutor de la parroquia, forma a sus
Hermanos, preparándoles para su misión de maestros cristianos, de
catequistas y de educadores de los jóvenes, y se va a vivir con ellos.
Apasionado por extender el Reino de Dios y consciente de las inmensas
necesidades de la juventud de los ambientes rurales, logra convertir a
los jóvenes campesinos que viven con él en apóstoles de Cristo y de
María. En seguida empieza a abrir escuelas, y pronto la casita de La
Valla, ampliada con el trabajo de sus propias manos, se queda pequeña.
Las dificultades son enormes. Algunos sacerdotes no comprenden el
proyecto de este humilde coadjutor sin experiencia y sin dinero. Sin
embargo los ayuntamientos no dejan de pedir que les envíe Hermanos para
que trabajen en la instrucción y educación cristianas de los niños de
sus municipios.
Marcelino y sus Hermanos
participan en la construcción de una nueva casa capaz de acoger a más de
cien personas, a la que da el nombre de Ntra. Sra. del Hermitage.
En 1825 liberado de su cargo de coadjutor de la parroquia se dedica por
completo a su congregación, atendiendo especialmente a la formación y
acompañamiento espiritual, pedagógico y apostólico de sus Hermanos, a la
visita a las escuelas y a la fundación de nuevas obras.
Como hombre de fe profunda,
Marcelino no deja de buscar la voluntad de Dios en la oración y en el
diálogo con las autoridades religiosas y con sus Hermanos. Consciente de
sus limitaciones, no cuenta más que con Dios y con la protección de
María, la "Buena Madre", "Recurso Ordinario" y "Primera Superiora". Su
humildad profunda y su vivo sentido de la presencia de Dios le permiten
sobrellevar numerosas pruebas con una gran paz interior. Le gusta
repetir a menudo las palabras de salmo 126: "Si el Señor no construye la
casa... ", convencido de que su congregación de Hermanos es la obra de
Dios y de María, y adopta la divisa "Todo a Jesús por María, todo a
María para Jesús".
"Dar a conocer a Jesucristo y
hacerlo amar" es la misión de sus Hermanos, y la escuela es para él
lugar privilegiado para la evangelización. Marcelino inculca a sus
discípulos el respeto y el amor a los niños, la atención a los pobres, a
los más ingratos y a los más abandonados, a los huérfanos en
particular. La presencia asidua junto a los jóvenes, la sencillez, el
espíritu de familia, todo a la manera de María, son los puntos
esenciales de su idea de la educación.
En 1836, la Iglesia reconoce
la Sociedad de María y le confía la misión de Oceanía. Marcelino
pronuncia los votos como miembro de la nueva Sociedad y envía a tres de
su Hermanos con los primeros misioneros Padres Maristas a las islas del
Pacífico. "Ninguna de las diócesis del mundo está excluida de nuestros
planes", escribe a un obispo.
Las gestiones para lograr el
reconocimiento legal de su congregación le llevan mucho tiempo y le
piden mucha energía y espíritu de fe. Pero no deja de repetir: "Cuando
se tiene a Dios de nuestra
parte y cuando no se cuenta mas que con El, nada nos es imposible".
parte y cuando no se cuenta mas que con El, nada nos es imposible".
La enfermedad logra vencer
su robusta constitución. Agotado por el trabajo, muere a la edad de 51
años el 6 de junio de 1840, dejando a sus Hermanos este precioso
mensaje: "Que no haya entre vosotros mas que un solo corazón y un mismo
espíritu. Que se pueda decir de los Hermanitos de María, como de los
primeros cristianos: Mirad cómo se aman".
Devoción Mariana
La quinta esencia de la pedagogía de San Marcelino era su gran devoción a la Virgen Santísima. Repetía a sus religiosos: "Todo en honor de Jesús, pero por medio de María . Todo por María, para llevar hacia Jesús".
Y les decía, "Nuestra Comunidad pertenece por completo a Nuestra Señora
la Madre de Dios. Nuestras actividades deben de estar dirigidas a
hacerla amar, estimar y glorificar. Inculquemos su devoción a nuestros
jóvenes, y así los llevaremos más fácilmente hacia Jesucristo".
Fuente: http://www.vatican.va/news_services/liturgy/saints/ns_lit_doc_19990418_champagnat_sp.html
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